Hemos castrado el amor rodeándolo de juicios y de vergüenzas. criminalizando y satanizando la mayor parte de los sentimientos de atracción, afecto y devoción que sentimos entre seres humanos.
Poco a poco, nos hemos encargado de establecer reglas demasiado precisas al servicio de los intereses de doctrinas, religiones y gremios que necesitan mantener control sobre nuestras emociones y las expresiones humanas. Tal vez conscientes del increíble poder de transformación que posee el amor hemos llegado a temerle como al mayor de los peligros.
Hemos castrado el amor regulándolo, legislándolo y esquematizándolo al extremo, para convertirlo en algo a lo que tememos y que permanentemente saboteamos, en aras de satisfacer el estándar social.
Lo pensamos demasiado, nos escondemos, nos protegemos y nos arrepentimos de entregarnos y encantarnos con otros, si no corresponden al mandato convencional. Pocas combinaciones amorosas son posibles para la moral pero existen muchas para el alma libre y el corazón.
Expresiones como polisexualidad, multiparejas, asexualidad o poliamor, se ven desde lejos, poco frecuentes y ocultas como si fueran crímenes o como si hicieran daño a algo mas que la mente estrecha que aun insistimos en proteger y preservar.
Hemos creado todas las barreras de edad, genero, familiaridad, filiación política o religiosa, estado económico para asegurarnos que solo personas muy similares se sientan bien juntas. hemos promovido el rechazo a la diferencia y a la pluralidad castigando histórica a parejas interraciales, del mismo sexo, de edad muy diversa o con mas de una pareja convirtiendo la posibilidad del amor en un deber social que n hace feliz ni dimensiona a nadie.
Millones de parejas infelices por seguir las normas y recomendaciones, ven sus vidas frustradas, llenas de tristeza, añoranzas y vergüenza y sus posibilidades de amar y ser amados, limitadas al esquema de miseria que ofrece la sociedad contemporánea.
¿Porqué no guiarnos por el amor puro que todos tenemos capacidad de sentir? Porque no creer en nuestros sentimientos e intuiciones, dejando que la emoción y la sincronía invadan nuestras vidas y conecten con las de otros que están abiertos a lo mismo, sin sentir miedo ni vergüenza?
¿Porqué no confiar colectivamente en nuestra capacidad de amar y dejar de lado ese miedo a no ser amado que genera odio recelo y desconfianza?
¿Porqué no decirlo a quien nos encante, porque no expresarlo con quien conectamos, porque no compartirlo con quien lo ofrezca?
En mi perspectiva muy personal, lo contrario al amor no sería el odio. Sería el miedo. Ese gran Miedo al amor que emitimos y un infinito Miedo a recibir demasiado amor de otros.
El amor condicionado y procesado socialmente se parece mas a una lata de atún barato que a un filete fresco recién pescado. Es un producto artificial, que consumimos convencidos y que lentamente nos enferma y nos envenena, sin darnos cuenta que nos desnutre emocional y espiritualmente.
Aprendemos a amar con la películas comerciales, la televisión y las historias masivas que se complacen en el drama, la imposibilidad y la culpa. No aprendemos en ninguna parte a amar sana y abiertamente, a dar primero o a no sospechar de quien ofrece afecto. Aprendemos el amor vinculado al miedo, al engaño, a la decepción y nos acostumbramos a entenderlo como normal.
Algo que en realidad nuestro ser no siente pero que aprende, es el miedo al amor.