Después de más de 25 años trabajando en instituciones educativas de arte y diseño, he llegado a una serie de conclusiones con respecto no solo a los sistemas y formatos educativos establecidos, sino también a la experiencia de aprendizaje humano y lo difícil que es para la mayoría de las personas aprovechar su potencial creativo.
En mi opinión, no hay duda de que la creatividad es inherente a todos los seres humanos, y los grados de complejidad y análisis de los que son capaces nuestras mentes son enormes y siguen siendo un misterio para todos nosotros. Las culturas modernas, por otro lado, han construido estructuras que no fomentan la creatividad, sino que la matan o la limitan a favor de la producción y la conformidad con las normas y agendas sociales.
Ser creativo no es la norma; es la rareza, el paria social y la anormalidad la que temen las instituciones, las organizaciones y la gente que se siente normal. Cuando las personas son normalizadas y obedecen las reglas y expectativas de la sociedad sin cuestionarlas, son alabadas y aplaudidas. Pero como consecuencia, ser creativo se vuelve especial en muchos sentidos, como si uno tuviera un don único de habilidad que es valioso, poderoso y peligroso. Hay una división social que ve al creativo como genio y como potencial delincuente.

El marco social que controla y normaliza el comportamiento incluye por supuesto a las instituciones educativas. Su objetivo es instar a las personas a ajustarse a los estándares culturales y ajustar sus personalidades para satisfacer las necesidades y objetivos más prácticos de la sociedad. Brindan a las personas las herramientas y los recursos que necesitan para “educarse”, así como la información y las prácticas que deben seguir una vez completada su educación. Estas instituciones, particularmente en el mundo occidental, se centran en educar a las personas para que sean económica y socialmente productivas y aceptables, y que logren completar un proceso standard de vida (nacer, ir a la escuela, capacitarse para el trabajo y eventualmente especializarse, formar pareja, reproducirse, ser económicamente activo y luego jubilarse) .
La educación en arte y diseño responde a la misma situación, con pequeñas variantes de forma, educando individuos que satisfagan las necesidades del mercado laboral de la industria de los medios, entretenimiento y el diseño o del mercado y el mundo del arte.
Este proceso de “ajustar” nuestros talentos, creatividad y conocimiento a la norma aceptada genera mucho dinero y negocios para muchas organizaciones, ya que se espera que cada individuo pase por él y posteriormente consuma productos de las industrias educativas y culturales. Dichos ajustes ocurren durante nuestra infancia y adolescencia, cuando nuestros cerebros están en su apogeo y nuestras personalidades están conformándose. Como resultado, los procesos creativos adoptados tardíamente por adultos son desagradables, están llenos de miedos y necesitan un amplio desaprendizaje para recuperar algunos de los talentos perdidos con la educación.

En los sistemas de aprendizaje y educación actuales, la expansión del conocimiento y el desarrollo interno de la persona de su confianza creativa pasan a un segundo plano, frente al desarrollo de la creatividad práctica que sirve a las industrias y al mundo del arte. Pero, ¿y si las instituciones simplemente colapsan? ¿Se realizará el potencial de la humanidad? ¿Seguiremos cambiando a un ritmo acelerado, como lo hemos hecho en el pasado? Está claro que no están en su mejor momento y se ve fecha de caducidad.
Tal vez debería ser deseable apuntar y visualizar un futuro post-institucional.
Las instituciones y los sistemas educativos son producto de una revolución industrial que ya hemos superado y han mutado en proveedores de servicios que simplemente validan el talento con fines laborales o de referencia pero no para el crecimiento creativo o humano.
Los sistemas educativos y de aprendizaje deben aspirar a convertirse en ecosistemas de talento, habilidades y transferencia de información que estén íntimamente relacionados con la vida comunitaria, la naturaleza humana y el medio ambiente. Deberían poder adaptarse a los tiempos permitiendo que cada individuo florezca desde dentro, que descubra su propio potencial creativo y productivo en armonía y no en conflicto. Por esto se vuelve importante que las podamos reinventar más allá de nuestras instituciones actuales y adoptar nuevas formas o modelos que apoyen nuestra evolución como humanos.
La inteligencia artificial desplaza gradualmente a las profesiones modernas, y los robots están desplazando a las personas que han sido educadas y afinadas para ser productivas y transaccionales. Y no se trata solo de robots en líneas de producción o fábricas, los algoritmos ya toman decisiones gerenciales en corporaciones y gobierno, médicas en hospitales y financieras en bancos. Los seres humanos debemos ir más allá de esto y reconocer que las habilidades humanas no son sólo técnicas o basadas en el cumplimiento; también son habilidades de pensamiento crítico, sociales, éticas y una mezcla de procesos intelectuales y emocionales, que las máquinas no podrán igualar, por lo menos en el corto plazo.

Necesitamos sociedades postinstitucionales en las que las actividades y acuerdos comunitarios sean más naturales y apunten al bienestar colectivo e individual. Requerimos ecosistemas naturales de aprendizaje en los que la creatividad, la invención, la innovación y el talento trasciendan más allá del entrenamiento y la educación para contribuir al crecimiento y desarrollo de cada individuo.
Es nuestra tarea asumir el desafío de construir este contexto posinstitucional, o seguir enredándonos en la idea obsoleta de escuelas, universidades y centros de formación que eduquen a los empleados para competir con tecnologías y modelos de negocios que evolucionan más rápido que la educación.
Esta conversacion hace parte de las sesiones del Postinstitutional Cafe celebradas en Kassel, Alemania durante #documentafifteen mas info en https://www.lainnovationkitchen.com/documenta15
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Tal vez debería ser deseable apuntar y visualizar un futuro post-institucional.
Las instituciones y los sistemas educativos son producto de una revolución industrial que ya hemos superado y han mutado en proveedores de servicios que simplemente validan el talento con fines laborales o de referencia pero no para el crecimiento creativo o humano.