Después de mas de 15 años de trabajar en programas de asesoramiento, entrenamiento y formación me he detenido a pensar sobre la experiencia de aprender.
Está comprobado que aprendemos de todas las experiencias de nuestra o por lo menos acumulamos información que nos permite gestionar decisiones e ideas.
Sin embargo las condiciones en las que acumulamos esas informaciones, determinan en buena parte si la valoramos como información o herramientas relevantes o no. No es lo mismo aprender cosas de manera divertida y placentera que de forma violenta o tensionante. Puede ser cierto que la letra con sangre entra, pero habría que ver si se queda.
¿Cómo aprendemos Aprendemos a través de los sentidos y la atención voluntaria o involuntaria que prestamos al mundo, pero retenemos la información a través de la afección y la valoración que hacemos de la informacón que procesamos.
¿Que aprendemos? básicamente aprendemos lo que nos causa curiosidad, lo que encontramos útil, lo que nos causa placer y lo que no nos es tá permitido. El resto de la información que absorbemos solo sirve para justificar las anteriores y permitirnos aceptarlo como cierto o verdadero. No aprendemos aquello que no queremos aprender, lo que pensamos es demasiado difcil, aburrido o complicado y aquello que nos obligan a aprender fácilmente lo olvidamos.
Es por esto que aprender no es un sistema unidireccional donde alguien emite información y otro simplemente la absorbe. Aprender implica la conjunción de una serie de estímulos, un proceso de recolección de información, uno de sistematización y uno de consolidación que en cada persona es diferente. El sistema unidireccional tradicional es solo una mínima parte de lo que sucede en la experiencia del aprendizaje.
Que factores y herramientas de la vida social lo condicionan? Cómo diseñar experiencias de aprendizaje?
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