¿Porqué las Culturas Tóxicas Temen a la Innovación?

Todos hemos tenido en la vida una buena idea, en la que creemos y que nos vemos en la posición de defender. Tal vez porque desde nuestra perspectiva individual podemos ver ángulos de una situación que otras personas no ven, o porque nuestras experiencias nos dicen que nuestra idea representa una solución eficaz para un problema. Sin embargo es frecuente que otros no vean lo que vemos nosotros.

La compatibilidad de nuestras ideas con el contexto que las rodea depende en mucho de los valores que existen en su cultura, de las creencias rituales y costumbres que allí se ven como válidas o aceptables, y es por esto que muchas ideas innovadoras son inicialmente rechazadas; cuestión o hacen temblar valores establecidos o implican un cambio de visión.

La innovación implica cuestionarse y cuestionarlo todo, y tener la flexibilidad y tranquilidad de ver los cambios como evoluciones y no como amenazas. No todas las culturas cuentan con un nivel alto de tolerancia al cambio como se puede ver en las dimensiones de Hofstede, algunas buscan el cambio constante, pero otras valoran la permanencia y la estabilidad.

Cultura, innovación y cambio van frecuentemente de la mano en una triada de valores que no descansa en la estabilidad, pero en una rítmica evolución. Se necesitan la una a la otra y ponen muy nerviosas a las culturas estáticas, jerárquicas o competitivas donde la productividad y la rentabilidad están por encima del propósito y la calidad.

La innovación es rebelde por naturaleza y eso no le gusta al autoritarismo. Las culturas tóxicas o ámbar como las denominaría Laloux buscan control, poder y rentabilidad apretando a los empleados y colaboradores hasta generar un régimen organizacional del terror; una especie de dictadura corporativa que lo controla todo y determina todo . Culturas basadas en el miedo.

La innovación en este caso es la que rompe el miedo a múltiples niveles. No solamente porque desafían los parametros y costumbres comunes y conocidos en la organización sino porque logra ver por fuera del sistema en el que opera y amplia la mirada, lo cual para los seres humanos requiere valentía y confianza.

La innovación rompe el miedo personal, el social y el organizacional al abordar riesgos en esos tres niveles. El empleado que tiene una idea y se atreve a defenderla, el grupo o equipo que lo respalda y el directivo que evalúa el riesgo y lo asume.

Sin embargo la cultura tóxica no es solo organizacional, es social y política, la encontramos en pueblos, ciudades y paises. Es esa la cultura que necesita de la precariedad laboral y la fragilidad comunitaria para ejercer poder y monetizar a través de la miseria  de sus propios ciudadanos o empleados. Una cultura tóxica es idéntica a las dictaduras y a los regímenes absolutistas o populistas. Tiene un manejo político a nivel de la población mediante una irrupción emocional que evade la ley y los derechos fundamentales. Una cultura tóxica permite el abuso, la corrupción y la miseria ya que busca el bien particular y no el bien común.

La innovación en este caso está representada por la oposición, las agrupaciones y activistas que defienden nuevas formas de sociedad, nuevas relaciones con el medio ambiente y por supuesto un beneficio colectivo común y equilibrado.

Pero la innovación no solo se usa para el bien común y la evolución humana. Gran parte de la historia de la innovación está llena de inventos, sistemas en ideologías para la dominación y la destrucción del tejido social. Los regímenes totalitarios usan la innovación para la dominación y la explotación así como lo hacen muchas organizaciones y corporaciones poderosas.

Tres elementos claves en la relación entre innovación, cultura tóxica y sociedad son el miedo, el control y la centralización del poder y las decisiones.

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